Ver mi trabajo en Semana fue algo importante. Es un medio que influye, que llega a muchas personas, y que cuando decide contar algo, lo pone en el mapa. Que publicaran sobre la restauración de muebles y sobre mi, fue una validación de que esto que parecía tan de nicho ya no lo es tanto. Ya es tendencia.
NLo leí y sentí que todo eso que uno hace en silencio, con detalle y sin pretensiones, de repente tenía eco. Restaurar no solo se volvió visible, se volvió relevante. Y ahí entendí que esto ya no se trata solo de muebles. Se trata de cómo elegimos habitar.
En la nota de Semana quedó claro que esto que vivimos no es un impulso aislado. Es parte de algo más grande. “Restaurar muebles con historia es una tendencia de diseño que se impone en Colombia”, escribieron. Y esa frase resume bien lo que estamos viendo: una vuelta a lo esencial, a lo que tiene textura, a lo que tiene tiempo encima. A lo que tiene memoria.
No es diseño. Es memoria
En la entrevista quedó reflejado algo que digo mucho y que no me cansa repetir: “Cada mueble que llega trae una textura distinta, una forma de uso que ya no se fabrica, una historia que no hace ruido, pero se siente”. Y se siente, créeme. Uno lo nota al tocarlo, al lijarlo, al ver cómo cambia sin perder lo que lo hace único.
Restaurar se ha vuelto una forma de habitar con sentido. De volver a lo que ya está, y decidir que sigue teniendo valor. Lo que me emociona es ver que esto que antes parecía solo mío, ahora está siendo compartido, contado, comprendido.
En el artículo lo dijeron claro: “El mobiliario restaurado gana terreno”. Y esa frase me quedó dando vueltas. Porque eso es lo que ha pasado. Hoy la gente no entra a una tienda solo a buscar algo nuevo. Busca piezas con historia. Con carácter. Busca coherencia entre lo que compra y lo que cree.
Es bonito ver que estamos siendo parte de un cambio hacia el diseño sostenible, hacia el consumo más consciente, hacia espacios que dicen algo más que “esto está de moda”. Restaurar se ha convertido en una forma de elegir lo que queremos habitar.
Una pieza recuperada vale más que mil muebles nuevos
Hay una diferencia entre decorar y construir identidad. La decoración consciente no se trata de llenar espacios, se trata de decidir qué entra, por qué y con qué historia. Cuando una persona elige restaurar, lo hace desde un lugar muy íntimo. No porque sea más barato, ni más rápido. Sino porque sabe que esa pieza recuperada tiene algo que decir.
Un mueble restaurado habla diferente. Se siente distinto. Tiene marcas, vetas, bordes irregulares que no vienen de fábrica. Tiene alma, aunque suene cursi decirlo.
La restauración va más allá del objeto. Es una declaración. En mi caso, se volvió también parte de mi estilo de vida. Restaurar me cambió la mirada. Me hizo más cuidadosa, más selectiva, más presente.
En Lurdes trabajamos desde el detalle. Recuperar vetas. Respetar formas. Modernizar sin borrar lo que había. No queremos cambiar los muebles, queremos que pudieran quedarse, volver a ocupar un lugar, sin disfrazarlos.
“Cada mueble que llega trae una historia que no hace ruido, pero se siente”, decía en la nota. Eso es lo que hacemos en Lurdes, sin más. Recuperamos desde lo que ya está, no desde lo que falta.