En estos días he encontrado que mi voz tiene eco. Uno no espera que los medios se fijen en lo que hago con tanto amor, menos aún que le dediquen un espacio. Primero fue Citytv, Blu Radio, Semana, y ahora El Nuevo Siglo, un medio con una trayectoria seria y mirada profunda. Leerme en sus páginas, sentir que comprendieron lo que hay detrás de cada mueble restaurado, me dejó sin palabras.
Esa publicación no habló de lo que hago, habló de lo que soy. Porque restaurar no es un oficio ni una moda: es una forma de vida. Unir lo antiguo y moderno no es una técnica, es una manera de reconciliar tiempos y emociones.
Cada mueble restaurado guarda memorias
Hay piezas que llegan rotas, olvidadas, descoloridas, con clavos que no pertenecen y años encima que nadie recuerda. Pero al mirarlas de cerca sé que no están vacías. Cada mueble trae “una textura distinta, una forma de uso que ya no se fabrica, una historia que no hace ruido, pero se siente”. Eso dije en la entrevista y lo sostengo siempre. Restaurar no es hacerlas ver bien: es hacerlas volver a ser.
Restaurar no es regresar el tiempo, es traer al presente lo que aún tiene sentido. Es lo que pasa cuando juntamos lo antiguo y moderno: no se anulan, se potencian. Esa fusión tiene algo que toca el alma. De pronto, un mueble de la abuela encaja perfecto en una sala minimalista. Un baúl de infancia se convierte en el punto focal del estudio. No porque se le haya cambiado el color o las patas, sino porque encajó otra vez.
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¿Por qué unir lo antiguo y moderno?
Cuando empezamos, nadie hablaba de esto. Lo viejo se botaba, lo nuevo era mejor. Hoy, cada vez más personas redescubren el valor de lo que ya tienen. Como contó la nota de El Nuevo Siglo, ahora “los espacios ya no se visten solo con lo nuevo… lo que realmente marca la diferencia es integrar piezas con carácter, historia y materialidad honesta”. Y sí, eso es lo que me mueve cada día.
A veces uno trabaja tantos años en algo que deja de mirar hacia afuera. En Lurdes llevamos más de tres décadas restaurando piezas que otros tal vez descartarían. La nota lo dijo: “no se trata de antigüedades costosas ni de muebles vintage de colección, sino de objetos cotidianos con valor estético que se integran en propuestas modernas”. Eso somos. Eso hacemos.
Nunca buscamos lo exclusivo ni lo perfecto. Solo escuchamos lo que cada pieza necesita. A veces es una veta que reaparece, una unión que se corrige, una estructura que recupera su equilibrio. No para que parezca nuevo, sino para que vuelva a tener sentido.
Transformar no es decorar es devolver sentido y memoria
En Lurdes no restauramos muebles. Suena raro, lo sé. Muchos creen que el trabajo se mide por los muebles que entregamos. Pero lo que realmente devolvemos es tiempo: el que alguien compartió con ese objeto, el que creyó haber perdido, el que ahora puede volver a habitar.
En la nota dijeron algo que no había pensado así hasta leerlo: “lo que antes se reemplazaba sin pensarlo, ahora se restaura con intención”. Es eso. No se trata solo de estética. Es una intención. Una mirada. Una forma de relacionarnos con lo que nos rodea.
Seguimos trabajando como el primer día, pero con algo nuevo en el corazón: saber que hay gente allá afuera que entiende. Que ve en lo que hacemos algo más que lijar o pintar. Que reconoce que unir lo antiguo y moderno transforma, y que esa transformación empieza con una decisión muy simple: mirar distinto.
Gracias a El Nuevo Siglo por mirar con esos ojos. Gracias a cada persona que trae una historia bajo el brazo y confía en que podemos ayudar a contarla de nuevo.